Hola, soy el majestuoso Templo Parroquial,
Y yo les voy a contar en forma de poema,
La historia que guardo en mis muros de cal,
Un viaje en el tiempo, que sin duda debe perdurar.
En el corazón de Granada, me levanto con fervor,
Soy un símbolo de fe, esperanza y unión,
Generaciones han cruzado mi umbral,
Soy el alma viva de esta gran nación.
El Inicio de un proyecto visionario
En 1930, un hombre con visión,
El padre Policarpo María Gómez, tomó la misión,
Desde el Santuario llegó, con sueños de expansión,
Granada era pequeña, pero su fe era un bastión.
Con apenas quinientos habitantes en el lugar,
Un pequeño templo filial, incapaz de abarcar,
La creciente comunidad que quería rezar,
Por lo tanto, el padre Policarpo decidió actuar.
Compró terrenos que eran áreas vacías,
De doña Herminia Yepes y don Antonio Tamayo,
No solo un templo soñaba, también un colegio,
Para las Hermanas Franciscanas, con noble empeño.
Retos y determinación
Los retos fueron muchos, la fe titubeó,
Pero el padre Policarpo nunca se rindió,
Construyó su casa cerca, su compromiso demostró,
Y lentamente, la comunidad le apoyó.
Fábricas de adobe y teja en las Vegas erigió,
Madera y leña, de bosques cercanos sacó
Cada domingo, tras la misa mayor,
Feligreses en convites, con fervor y amor
Transportaron adobes desde la quebrada del Matadero,
Hasta el sitio de construcción, con esfuerzo sincero,
Liderados por su sacerdote, manos al cielo,
Construían un templo, con fe de guerrero.
La finalización del templo
En 1940, aunque la fachada aún faltaba,
El arzobispo Salazar y Herrera el templo bendecía,
El padre Policarpo, trasladado, su obra no acababa,
Pero su corazón y su fe en Granada permanecían.
Dejó su dinero para pagar a los 22 trabajadores,
Asegurando que los detalles interiores fueran honores,
El padre Antonio Gallo, entre 1955 y 1958,
Con el «Pesito Parroquial», completó el frente, entre cantores.
Crisis y renovaciones
Los terremotos de 1962, mi estructura sacudieron,
Pero el padre Pedro Antonio Gómez, mis cimientos reforzó,
Con planchas y hierro, mis paredes aseguraron,
Para que la fe de Granada, nunca se tambaleó.
El padre Francisco Hoyos, con donaciones de vitrales,
Embelleció mis naves, con historias celestiales,
Cada vitral un regalo, de familias generosas,
Que adornaron mis muros, con obras preciosas.
Es así como el padre Policarpo, con sacerdotes sucesores,
Dejaron un legado, de fe y de amores,
Un liderazgo visionario, que hoy sigue vivo,
Inspirando generaciones, en un pueblo altivo.
Un legado vivo
No solo soy piedra y cal, soy el testimonio fiel,
De la historia de Granada, de su lucha y su laurel,
Desde misas dominicales a procesiones solemnes,
Soy punto de encuentro, para las almas más fieles.
En Semana Santa, mi corazón late más fuerte,
Los fieles se reúnen, conmemorando la Pasión y Muerte,
Procesiones recorren calles, en devota oración,
Semana Santa en Granada, es de inmensa tradición.
El patrimonio de la fe, en cada rincón se siente,
Una celebración que une, a toda nuestra gente,
Un legado vivo, que en mi alma se refleja,
De la historia y la devoción, soy la fortaleza.
Curiosidades
En mi torre principal, un reloj de cuatro caras,
Donde la divisan todas las miradas,
Recordatorio constante del tiempo que pasa,
Y de la eternidad, que en mi seno abraza.
Hoy, al recorrer mis pasillos, contemplando mis vitrales,
Recordamos no solo la historia de construcción,
Sino también las historias de aquellos leales,
Que con devoción, hicieron posible esta misión.
Soy el Templo Parroquial, un monumento de fe,
Unidad y esperanza, en cada piedra, en cada pared,
Mi historia es su historia, queridos granadinos,
Un legado eterno, que debemos custodiar en nuestros caminos.